miércoles, 29 de noviembre de 2017

¡EL MAYOR CRIMEN!

Tristes son los momentos.

Hoy han ganado nuevamente los estultos, como diría algún latino. Un hombre inteligente que quiera llegar a los primeros puestos, últimamente tiene que pasar por tan largos y humillantes recodos que, cuando llega —si llega— no trabaja bien porque no es corrupto ni tiene el corazón podrido como el de sus dirigentes.

Es preciso pensar en todo, y hay que cambiar los destinos de la nación boliviana, hoy disgregada y como resquebrajándose día a día. Este día, sin llegar a exagerar, es uno de los más trágicos y más imbéciles de la historia de este pobre Estado. Se ha cometido el peor crimen contra la dignidad de los bolivianos, y todo por la necedad mezclada con injuria que retoza en el alma de quienes algún día tuvieron la confianza de la mayor parte de la sociedad.

Proclamemos el derecho que tienen los pueblos al tiranicidio, a la aniquilación de los déspotas que no permiten el progreso ni material ni espiritual de los pueblos que gobiernan. (Estoy escribiendo esto sin corregir y como en un estado de perplejidad, sin ideas claras y con el corazón en la cabeza). El Derecho está del lado de los oprimidos; el espíritu de las leyes, que ciertamente no está impresa en el panfleto político que hoy lleva el título de Constitución ni en las leyes que en el seno de la Asamblea se promulgan como si fuesen frases de feria, ese espíritu, digo, debe amparar el derecho de eliminar a los autócratas que se visten con himationes de la mejor seda.

¡Cómo quisiera que Bolivia hubiese sido bien conducida por sus magistrados desde siempre! ¡Hubiésemos sido un pueblo progresado y feliz! Quisiera que fuésemos más inteligentes, más ricos, más prósperos. Este pueblo es pobre, pero lleva la fuerza de su energía nacional. Pero hoy la incultura reina con toda su majestuosidad en la casta dirigente. La historia política de este desventurado país no tiene la tristeza solemne de la tragedia, sino la ridiculez de una comedia o un sainete. Es el vértigo de la inconsciencia de quienes no se dan suficiente cuenta de lo que se ha hecho a este país y es el vértigo de la insolencia de quienes hicieron prevaricato en el conciliábulo que hoy llámase Tribunal. Aunque no sé hasta qué punto puedan ser culpados, porque si los siervos no hacen lo que el señor indica, pueden ser acribillados o muertos a puñetazos.
En estos momentos de agitación y agotamiento, se deja ver mejor que nunca la torcida ruta por la que anduvieron los funcionarios faltos de prudencia y previsión. Nada se puede esperar de estas gentes; nada se está haciendo en vista de preparar días menos tristes para la patria.

La pobreza no ha reducido, y los bonos y subvenciones son nada más que medidas paliativas y excitantes para conseguir votos mentecatos; al cabo, todo lleva al resultado absurdo y paradójico de que Bolivia se endeuda cada vez más. E iremos a encarar la crisis económica que se advierte en lontananza vestidos de harapos y sin zapatos, pero le haremos frente con dignidad.

Amamos la filosofía alemana, el arte galo, el esteticismo clásico, pero Bolivia es mi patria, es el lugar donde he nacido y en el que aprendí a sufrir. Hoy hago por ella lo que puedo. Fuímonos alejando de los asuntos públicos, pero hay momentos en que no se puede retener en los dientes lo que se piensa. También el artista enamorado y el científico erudito deben cumplir con su deber de buenos ciudadanos. Ese amor tan fuerte es el que hizo que Goethe fuera ministro de Weimar, Victor Hugo parlamentario de Francia, Newton magistrado de Inglaterra…


Ignacio Vera-Rada

miércoles, 6 de septiembre de 2017

NATURALEZA FILOSÓFICA DEL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO (Parte I)

Publicado en El Diario el 6 de septiembre de 2017

Si se desciende lo suficientemente hondo en el asunto filosófico que entraña la obligatoriedad del servicio militar, se llega a la conclusión de que aquél es un absurdo rotundo, siempre y cuando se tomen en cuenta los adelantos humanos concernientes a la libertad y a los Derechos Humanos. He aquí una prueba incontrovertible de que los sistemas judiciales, que lejos están de ser los sabios procedimientos latinos, son todavía imperfectos, y de que las democracias, que para algunas personas hoy están bien consolidadas en lo referente a su avance teórico, tienen fallas que siguen estando en vilo. Porque el servicio militar obligatorio tiene que ver con los unos y con las otras.
¿Qué es el entrenamiento militar? Es la educa
ción de la mente y del cuerpo en la técnica de matar. Filosóficamente, va en contra del desarrollo de la voluntad de paz del hombre. Pero, me diréis, ¿acaso a un país puédesele restringir su necesidad de adjudicarse insumos de seguridad? Cierto es que no. Pero yo refuto: ¿puédesele privar a un ser humano de la voluntad pacifista que pudiere abrigar con más amor que a ninguna otra cosa? El Estado tiene necesidades materiales, pero el hombre posee ideales y cultos, y éstos están por encima de aquellos. El hombre tiene obligaciones para con su patria, pero ésta también los tiene para con su habitante. El asunto es difícil, ciertamente, y como hoy son varias las cosas que se han puesto en la mesa de debate del mundo, la cuestión del servicio militar obligatorio tendrá también que ser debatida en la misma mesa. Y mañana estará Dios mediante en el seno de la Asamblea Legislativa. Estas cuestiones profundas tienen que ver con el gradual perfeccionamiento del Derecho y las Ciencias Políticas.
Quien escribe esto no hizo el servicio militar, huyó de él; no sabe cargar munición a un arma, y con suerte podría lidiar con el peso de una carabina. Todos los que desean la paz deberían estar resueltamente en contra del servicio militar obligatorio. Se debe abolir el entrenamiento militar de la juventud. El servicio militar universal supone la formación de las juventudes en un espíritu bélico. En países como Bolivia, con Constituciones que proclaman pacifismo, la incongruencia es aún más crasa. Otro argumento: Podría parecer que los países pequeños, como el nuestro y los de África v.g., necesitaran obligar a sus juventudes a prestar servicio militar para poder ganar una guerra, y no los Estados grandes, dado que el armamento que poseen podría batir a las hordas más numerosas. Y ciertamente esto es lo que ocurre en la realidad. Lo cierto es que los ejércitos más nutridos y compactos de los países enclenques de economía no podrían batir el más pequeño obús de un país fuerte y grande. Entonces el asunto se convierte en un sinsentido.
Piénsese que para una conciencia pacifista, como la de Romain Rolland, el servicio militar puede resultar un verdadero via crucis. ¿No se está, pues, quebrantando la libertad de voluntad, que es quizá la libertad más sagrada?
La Constitución establece que deberán prestar el servicio militar todos los bolivianos, pero el carácter de obligatorio sólo recae en varones. Y más allá de todo lo dicho hasta aquí, ¿por qué en este mundo que pide y necesita igualitarismo de género en toda disposición, solamente los varones están llamados a acudir prestos al grito de una voz castrense y a marchar al son de una trompeta marcial?

Seguiremos abordando este asunto, metiéndonos más en la filosofía pura que encierra la cuestión.

Ignacio Vera Rada

sábado, 2 de septiembre de 2017

DE ECPLIPSES Y TEORÍAS FÍSICAS



Publicado en El Diario el 1 de septiembre de 2017

Este artículo viene a propósito del último eclipse visto en Norteamérica, para que se sepa cuál puede ser la trascendencia de un fenómeno natural como ése en determinados momentos de la historia.
Hace cien años, un hombre que había sido desde los 23 hasta los 32 un desconocido funcionario de tercera categoría de la Oficina Suiza de Patentes, trabajaba denodadamente en su estudio, luego del trabajo diario, persiguiendo y perfeccionando una teoría revolucionaria que explicase de una forma distinta el funcionamiento del Universo, teoría que a veces él mismo creía inverosímil: la Relatividad General. Pero aquel hombre tenía la capacidad de concentrarse por meses, e incluso años; se aferraba a su hipótesis como un perro a su hueso.
Entre marzo y junio de 1905, se incubaron en el pequeño estudio de Albert Einstein las teorías que revolucionarían para siempre las leyes de la física. Publica en su tiempo libre en los Annalen der Physik cuatro visionarios artículos, que para cualquier físico hubiesen sido la razón de una brillante carrera: uno que explicaba el movimiento browniano; otro que revelaba la ley del efecto fotoeléctrico; otro que desarrollaba la equivalencia entre energía y masa, y el último, que explicaba la relatividad especial.
Finalmente, a mediados de la segunda década del Siglo XX, la Teoría estaba lista para ser publicada. El solitario científico, en su estudio, cuando por fin cuadraron sus ecuaciones, rumió para sí mismo: “¡Dios Santo!, la teoría es correcta…”. Las ideas que el mundo tuviera desde 1687 sobre la gravitación universal y el movimiento celestial de los astros estaban a punto de ser echadas por tierra. Einstein idolatraba a Newton, el mayor científico de la historia de la humanidad, y por eso escribió: “Perdón, Newton”.
Pero la Teoría einsteniana tenía un problema que era difícil de resolver: su comprobación. El científico sionista había llegado al corolario de su Teoría solamente razonando, deduciendo, imaginando y visualizando las cosas. No era un empírico. En conclusión, todo era un brillante producto de su mente. Solamente un eclipse total de sol podría corroborar las extrañas y audaces ideas del físico alemán.
Para Newton, la luz no tenía masa, para Einstein, sí, y por tanto, al pasar cerca de un cuerpo celeste tan grande como el sol, tendría que curvarse por la fuerza gravitatoria, que en realidad es la deformación del espacio. Si Einstein estaba en lo cierto, la luz de las estrellas que pasase cerca del sol tendría que desviarse un tanto. En 1916 hubo un eclipse, pero las pruebas se vieron frustradas por la Gran Guerra; en 1918 hubo otro, pero densos nubarrones bloquearon la oportunidad de confirmar la Teoría. Einstein, como lo estuvo muchas veces en su vida, se hallaba muy desanimado y deprimido. Finalmente, en mayo de 1919, un astrónomo llamado Arthur Eddington logró la magna empresa. En noviembre del mismo año, el mundo se enteraba de que casi todo lo que hasta ese momento supo sobre la actividad del cosmos era falso. En los siguientes años, a pesar de los reparos que los científicos ponían, la Teoría se fue comprobando.
Tal lo que ocurrió hace un siglo. La Teoría de Einstein es compleja, simple y hermosa, inusitadamente hermosa. Y esto no es inspiración. Es trabajo, perseverancia, disciplina y método.
Si tenéis la suerte de observar un eclipse total de sol, fijaos en los puntos de luz que están alrededor de la corona de luz, y no olvidéis que, ahí donde los veis, en realidad no están.

Ignacio Vera Rada

jueves, 10 de agosto de 2017

El mar: hacia una doctrina del derecho boliviano

Publicado en El Diario el 10 de agosto de 2017

A lo largo de las décadas, salvo pocas excepciones, nuestro país ha ido perdiendo en el terreno de la diplomacia, pero no por incapacidad o impericia de nuestros funcionarios diplomáticos (aquí hay excepciones también, como en todo, pues los hubo muy ineptos), sino por la desventaja y el atraso económicos de Bolivia, siendo que la economía pública y las finanzas condicionan siempre la prosperidad material de los países del mundo, y las que por tanto establecen de forma despiadada e injusta la asimetría de poderes, que es azas perceptible para toda persona. Es por eso que la economía es la madre de las ciencias sociales y el indicador para la medición de la capacidad política internacional de un Estado en el concierto internacional de los países. Ahí, en la riqueza, radican el peso y la fuerza reales y prácticos. La economía (por extensión, la fuerza militar, el mercado y la pujanza en todo orden), pues, se impone a la diplomacia y a la misma doctrina del Derecho de Gentes, pero más a la primera que a la segunda. Al final, la diplomacia termina siendo lamentablemente una mesa donde muestran su verdadera faz los monstruos de la economía.
      Mientras Bolivia sea, en tamaño de hacienda y en capacidad militar, menos que Chile, difícilmente o nunca podrá llegar a la costa por medio de negociaciones diplomáticas. Es por eso que creo que si Bolivia decide asumir la demanda por la cualidad marítima como una política de Estado (lo cual ha hecho desde 1910 pero como un mecanismo diplomático), debe consolidar el Derecho Boliviano y la doctrina que éste conlleva, que es la sola llave que contiene el derrotero en favor de los bolivianos. Se debe establecer la doctrina jurídica.
      La revisión del Tratado es competencia exclusiva de las partes. Los internacionalistas ya han departido demasiado acerca de las posibilidades que tienen Bolivia y Chile en lo relativo al dictamen final de la CIJ, pero ninguna persona que no se esté haciendo cargo de la demanda en la parte netamente jurídica, ni los mismos publicistas y juristas más versados, ha podido verter hasta ahora juicios certeros acerca de la consistencia de nuestros alegatos, porque no se conocen en profundidad. Y por lo mismo, nosotros nos eximimos de hacerlo aquí. Todo lo que se ha venido diciendo y comentando hasta ahora, es cuando menos opinión profana al contenido jurídico y científico de la doctrina de la demanda. Lo cierto es que la CIJ no tiene señorío absoluto ni autoridad coercitiva para hacer cumplir a un Estado un fallo, y aunque la Corte fallara para que Chile tuviese que negociar, éste solo se vería obligado a cumplir por un Derecho fundado en la costumbre, en la moralidad, si se quiere. Pero su soberanía de decisión, como la de cualquier Estado, está sobre todo.

      La ley está ahí (Pacto o Tratado), y la ciencia jurídica está también ahí, no es inmutable, pero siempre será. Dicho lo cual, me diréis, entonces: “¿Cómo, si la diplomacia es ineficaz para la cuestión, el Derecho puede ser fructífero, si éste también está supeditado a la fuerza económica de un país, como se ha dicho antes?”. Yo diré, entonces: “Si la diplomacia es un arma ineficaz para esta cuestión, es porque su fuerza está cimentada en la negociación, en cambio la del Derecho, desde los tiempos de Solón y para siempre, estará sobre el pivote de la razón”. Entonces la invocación a la razón siempre tendrá mayor fuerza que la apelación a la buena voluntad, que es, de una u otra forma, lo que demanda la diplomacia.

Ignacio Vera-Rada

domingo, 28 de mayo de 2017

BEDREGAL Y SU BIÓGRAFO

Publicado en el suplemento Animal Político del periódico La Razón el 28 de mayo de 2017.

Desde mi más temprana juventud admiré, incluso más que al griego y al latino, al artista galo y al germano. No me cambiaría por ellos sin embargo; yo nací en el dolor boliviano.
      ¿Cómo hablar de un pedazo de la historia o de un segmento geográfico sin entender al actor principal del espectáculo de la vida? Entre bambalinas se encuentran los actores pensando y ejecutando cosas que el público jamás sabrá una vez aquéllos en las tablas. En las tribunas, el pueblo aprecia solamente la interpretación de un guion dictado por la fatalidad y pocas veces por la inspiración buscada. Y la dramaturgia de la vida es una obra maestra a la par que un arcano, como lo fueron las obras de Shakespeare. El antropólogo explora la racionalidad y el carácter humanos; el historiador rastrea cronológicamente los legados y hechos memorables de los pueblos; el sociólogo tienta sus nigromancias y teoriza para revelar el porqué del fenómeno social. El biógrafo, ciertamente, les debe mucho, porque se servirá de ellos para levantar nuevamente la arquitectura de una existencia humana, pero es cierto que antropólogos, historiadores, sociólogos, e incluso tratadistas de las ciencias jurídicas y económicas, habrán de deber al biógrafo mañana.
      Era menester una biografía de Guillermo Bedregal. Pero ¿quién es, a grandes rasgos, este hombre? Bedregal es un político consumado, pero sobre todo es un ser humano de carne y hueso, un humano muy humano, demasiado humano ―en el sentido nietzscheano de la expresión―, con aciertos y errores, con grandezas y pequeñeces. A primera vista es un político frío y calculador, pero si uno se aproxima un poco, se revela el ser humano sensible y sentimental. Bedregal tuvo que ver con una de las revoluciones más importantes de Latinoamérica ―si no la más importante―; apoyó un golpe de Estado que fue funesto para la democracia que en ese momento se volvía a instituir. Fue diputado, padre de familia, escritor, profesor en varias universidades, Ministro de Estado, esposo, embajador, lector voraz, teórico y pragmático… Relieves de gloria y simas de desdicha se ven la orografía de su azarosa vida. Haber sido parte de las grandes transformaciones estatales se cuenta entre los primeros; la muerte prematura de su primogénito está entre las segundas.
      Leyendo a los hombres se lee el suelo, ya que los hombres son fruto directo del terruño. Éste los pare a fuerza de necesidades concretas. Porque si hay una verdad mundana absoluta y axiomática es la del Genius loci: el alma de la tierra es el genio de sus moradores. Cierto que el sociólogo y el antropólogo auscultarán la conducta de los grandes gentíos, pero es deber del biógrafo descifrar el alma de un pueblo a través de uno de sus hombres. No pretendí llegar a lo que hicieron Plutarco, Zweig, Maurois, Lytton Strachey, Ludwig y Safranski. La verdad es que mi norte era más alto y más lejano. Quizá las biografías poéticas sean las mejores, así como también las más escasas. Ésta, mi Guillermo Bedregal, es una biografía novelada, y no debe ser ningún secreto que yo haya tomado como modelo las obras Franz Tamayo. Hechicero del Ande (Retrato al modo fantástico) y El Arte Nocturno de Victor Delhez (Biografía poética), ambas de Diez de Medina, el más historiador de los artistas y el más artista de los biógrafos. Lo que busqué, además, fue hacer lo que hizo Victor Hugo en su William Shakespeare, y aunque sé bien que tuve una medida que imitar, sé igualmente que no llegué a hacer lo que hizo el genial galo. Lo que hizo Hugo fue descifrar el summum y el espíritu de Inglaterra a través del más genial de sus hijos. Así, puede desnudarse el alma alemana a través de Goethe, la de Italia a través de la de Leonardo o la del Dante, la de España por la de Calderón o la de Cervantes. Biografiar es —como digo en el Prefacio de este libro— comprender la dimensión real de un hombre, y un hombre significativo es como una montaña: muchos intentaron escalarla, pocos llegaron a la cima y varios se quedaron en las faldas. Y hay que comprender al hombre comprendiendo su espacio y su tiempo. El ser humano es producto directo del tiempo histórico, de un contexto, de una coyuntura larga. En suma, la historia hace al ser humano, y no éste a la historia. Si no se siguiese el método de la comprensión del espacio-tiempo, Alejandro Magno hubiera sido un demonio y Cromwell un protervo déspota. Entonces, el libro que el lector tiene es, a la par que una biografía, el alegato y la justificación de una personalidad que vive en un contexto determinado y la radiografía de una coyuntura nacional. Ésta es la terea del biógrafo y también la del género biográfico: develar suelo y sociedad a través de un solo ser humano.
      Esta obra tiene la estructura de la vieja novelística francesa del siglo XIX, o sea, división en libros y subdivisión en capítulos, y su división en libros responde a la segmentación que hice de la vida de mi biografiado en cinco grandes etapas: 1. niñez en Juckumarka (finca de sus padres) y estudios en el Colegio Alemán; 2. estudios universitarios en Europa y gira por varios países que realiza junto con un grupo de amigos; 3. los doce años de la Revolución Nacional; 4. dictaduras, destierros y ostracismo, y 5. último gobierno de Víctor Paz Estenssoro en el que Bedregal es Canciller de la República. Escribí la obra en seis meses, literalmente encerrado en el estudio de mi casa; torrentes de café y de tinta y muchas cuartillas emborronadas… Novelar e historiar a un mismo tiempo puede resultar una tarea pesadísima, pero al mismo tiempo una de las más bellas. La composición de esta biografía fue una de las más extraordinarias experiencias de mi vida, y el recuerdo de las intensas charlas que tuve con Bedregal ―pláticas que giraban en torno a las tragedias de Schiller hasta parloteos sobre caligrafía gótica― constituirán un recuerdo inmarcesible en mi memoria.
      Y este libro es algo más que una biografía; es la travesía de toda una generación y el pensamiento vivo del Nacionalismo Revolucionario. Intenté en todo momento ser objetivo y crítico con los acontecimientos, mas no puedo decir que mi pluma no se ha visto seducida por el arrebato y la efervescencia, pero todo cuanto atañe al drama nacional siempre será puro y bienintencionado. He aquí, en ese libro, una silueta de la Bolivia contemporánea. No osé escribir la terapéutica, pero he aquí un diagnóstico de la realidad política nacional, con sus desgarramientos esquilianos y su consternación reconcentrada, pero también con sus heroicidades y prodigios dignos de ser anotados en las páginas gloriosas de la historia de Latinoamérica.

      Se dice, levantando las banderas del mestizaje y del sincretismo, que no comprenderemos el sentido del vivir en comunidad mientras no aceptemos nuestra historia con sumo beneplácito; eso es cierto, mas yo hago aquí una extensión: no comprenderemos ésta nuestra fascinante nación, ni nuestro suelo, ni nuestro destino histórico, en tanto no conozcamos a nuestros hombres.

Ignacio Vera-Rada es escritor y dibujante

lunes, 1 de mayo de 2017

EL ÚLTIMO DÍA DE UN REO CONDENADO A MUERTE

Publicado en El Diario el 1 de mayo de 2017.

He terminado de leer Le Dernier Jour d´un Condamné en una edición parisina muy rústica y hasta ordinaria.
      La otra noche se reunió un grupo de estudiantes de la Universidad pública. Yo asistí a la reunión. En el cenáculo había alumnos de Derecho, Filosofía, Sociología e incluso alguno de Medicina. La charla ―o debate― giró primero en torno a las reformas de que es menesteroso el sistema universitario boliviano y la pedagogía boliviana en sí misma; después, alrededor de las libertades públicas y la libertad de prensa y opinión. La charla se fue acalorando, y las posiciones, enconando. Lo cierto es que pocas cosas hay tan saludables para los pequeños núcleos sociales de una gran sociedad como el intercambio de ideas y razones.
      Había un mequetrefe que si mal no me equivoco dijo que estudiaba Filosofía. Y en medio de la algazara, gritó que un violador de mujeres debía ser condenado a muerte. Yo abrí mis ojos e inflé el pecho para contestarle con un discurso deliberativo, pero la indignación no me dejó pronunciar palabra. O si dije algo solo fue un tartamudeo. Y es que la condena a muerte quizá sea el signo más evidente de la barbarie en toda sociedad que quiera llamarse civilizada.
      Ahora bien: mi argumentación espiritual solo valdrá ante el creyente; “Ante el escéptico nada tenéis que esgrimir”, seguramente me diréis. Nada más falso. Al creyente le puedo decir que nadie es señor de la vida ni juez supremo de las almas. Y al ateo, que un criminal o un convicto de la peor calaña puede tener todavía un papel social en este mundo. Piénsese solamente en los hijos que pudiere criar esa persona, o la esposa a quien pudiere estar asistiendo desde su ófrica celda. Y si el reo condenado no tiene esposa ni hijos, aún puedo esgrimir otros argumentos, si no muy sencillos, sí muy contundentes. La filosofía de los países en los que existe la pena de muerte dice que se elimina al reo para alejarlo de la sociedad; si esto fuese cierto, ¿no sería suficiente con encarcelarlo? Lo que sucede es que detrás existe un trasfondo donde solo campean los sentimientos más viles del ser humano ―odio, rencor― institucionalizados en leyes hechas por los diputados más desaforados y respaldados por el Derecho positivo. Nada más bestial que promover un país de verdugos; nada más bajo que hacer matar a alguien como si fuese un animal.
      Estos sistemas penitenciarios donde la ley permite la eliminación de un reo son los más injustos con quienes reciben la orden de pulsar el gatillo asesino. ¿Son acaso ellos, los que deben disparar después del “Fuego!” de sus superiores, quienes están de acuerdo con la eliminación de un hombre? ¿Por qué la injusticia de hacer matar a quien puede amar la vida suya y la de los demás?
      Es increíble y espantoso el número de Estados cuyas legislaciones todavía contemplan la pena capital. Congresos, cámaras, ekklesias donde se pronuncian los más románticos e hipócritas discursos sobre el Derecho natural y los Derechos Humanos… pero aún no se habla sobre la pena de muerte. Se han puesto de moda las tendencias feministas, que no sé si tendrán o no éxito en la marcha de la sociedad. Pero hora es ya de interpelar la pena de muerte en los países donde se la pone en ejecución. Ojalá estuviera vivo Victor Hugo.

      He escrito lo anterior con la plena conciencia de que Bolivia no ha puesto en el tapete o a consideración de la Asamblea ―a Dios gracias― la cuestión, y con la misma conciencia de que en cualquier momento podría hacerlo.

Ignacio Vera-Rada es escritor

lunes, 10 de abril de 2017

EL RECUERDO INMORTAL DE UN ENCUENTRO


Noventa y tres y veintidós. Así dos generaciones distantes pueden aunar espíritus cuando están bien templadas las clavijas del amor al arte.
      No son muchos los que saben valorar la belleza de un paseo con una dama, el trino de un ave azul, la mirada dulce de un niño o la conversación con un poeta.  “Dios mío! Que dure este tiempo, que duren estas horas!”. Pero tristemente, así como un día no basta para conocer si quiera el ábside de una catedral gótica, dos horas son nada para conocer el rasgo más superficial de un hombre. “Oft erklartet ihr euch als Freund des Dichters, ihr Gotter!”, dice el epigrama goethiano.
      El viernes 7 de abril pude ir a la casa de Armando Soriano Badani.  Al sabor de un café fuerte, comenzamos a hablar sobre aquello que expresa lo que los ojos humanos no pueden ver y lo que ningún sentido puede justificar, la explicación al espectáculo inmenso de la creación: la Poesía. Escuelas, revoluciones, insurgencias, vanguardias prostitutas, qué no le ha pasado al arte! Sin embargo pensad por un instante cuál es la línea maestra, cuál la ley inmutable… Os daréis cuenta que el genio clásico no puede ser superado ni lo será jamás. Por eso el arte está más allá del Bien y del Mal, con él no se hace propaganda social; y por eso es inmutable en el tiempo y en el espacio, su línea rectora no variará nunca. Hay solamente un camino: una ley estética y una ley sintáxica!
      Soriano le ha dedicado su vida a la literatura, a la belleza. Y es el último caballero de Gesta Bárbara sobre la tierra. Es cosa triste saber cómo los grandes valores artísticos se van perdiendo en la marejada violenta e implacable del tiempo. Las letras de Gesta Bárbara están escritas en bronce en los anales culturales de Bolivia. Su legado está en la promoción cultural y en la escritura de decenas de novelas y cuentos y miles de miles de versos. Era un bajel con varios capitanes, bajel que se va hundiendo en un mar donde el fondo no es sino la gloria.
      Donde mi espíritu casi se funde con el suyo es en el desdén por el arte demasiado libre en la forma. Maldición a esos despreciadores de la antigüedad, a los lujuriosos que blasfeman en contra del código artístico! Soriano es un sonetista tan riguroso como lo fueron Lope y Góngora, hizo heptasílabos tan rítmicos como los de Darío y escribió prosas en castellano antiguo como lo hizo quien deseara ser Corregidor de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, Miguel de Cervantes.
      Mi entrevistado cambia el rumbo de la plática y comienza a recitar de memoria uno de sus poemas amatorios; sus heptasílabos sin rima tienen musicalidad y harmonía. Es consciente de la prescindencia de la rima, pero no deja de musicalizar, porque el poeta es un constructor plástico ante todo (poiesis). Y al final de la tarde, cuando el sol ya estaba detrás de la corona de El Alto, me enseñó un último poema que sigue el precepto de la universalización del arte: Notre Dame. “Bajo la noche parpadea el Sena/ con malicioso guiño a mi embeleso;/ un anfibio candil, ágil, travieso,/ mudo se argenta en líquida cadena”.
      Porque la legendaria catedral gótica de Victor Hugo merece la lira de todos los poetas de este mundo.
      Me obsequió su última novela, porque aunque casi un siglo de existencia pesa en su físico y en su alma, no puede dejar de usar su estilográfica. Una bella mujer desnuda cubriendo con su mano su mayor intimidad corporal ―la Venus de Urbino del Tiziano― adorna la tapa del libro. Porque pintores y literatos se unen en esta obra.
       No toméis lo siguiente por inmodestia, pero al final de la tarde le dediqué mi libro de versos clásicos y esto es lo que inscribí en él:
       Para Armando Soriano Badani, amante de las letras, del arte y de la vida, con cariño,



Ignacio Vera Rada




COMENTARIO DE ARMANDO SORIANO BADANI SOBRE MI LIBRO MOCEDADES

...[su] estructura general es de tendencia realista, diferente a los diversos matices del vanguardismo. En verdad, es una poesía con significativa riqueza de lenguaje poético donde asoman recónditas manifestaciones estilísticas tamayanas. Su poesía es intelectualmente estimable por su contenido de visibles proyecciones valorables en nuestro campo literario.
      Oportunamente le haré conocer mi opinión formal sobre su poesía.

 Armando Soriano Badani



lunes, 3 de abril de 2017

NAYJAMA, EL BUSCADOR (Parte I)

Publicado en el periódico El Diario el lunes 3 de abril de 2017.

Agudos y afilados farellones de la meseta y la Hoyada se desnudan sobre la vastedad de esta literatura singular y bella hasta lo indecible. ¿Prosa poemática? ¿Novela? ¿Relatos cortos? ¿Ensayo? ¿Artículos vernáculos? ¿Rapsodia telúrica e india? –Ninguno de éstos y todos a un mismo tiempo. Fernando Diez de Medina es un artista axiomático, un verdadero polígrafo. Nayjama es el pedestal (Gran Premio Nacional de Literatura 1950) que consagra al artista merced a su talento de virtuoso escritor y conocedor profundo del espíritu grandilocuente a la par que silente del Ande americano. Recelad del arqueólogo, del antropólogo, del erudito, cuando os digan que han descifrado la teogonía americana. Quizá el arpista tenga el secreto.  ¿Quién ha escrutado, quién ha cantado la gesta andina? ...La tierra enclaustra y enciende mil historias.
      Vuelvo a los farellones. Son picos erectos que punzan y cortan el aire frío que invita a la meditación melancólica. El cóndor andino, señor de los giros etéreos, les dedica su vuelo majestuoso. Nayjama es el Buscador, el Buscador es Diez de Medina; “¿Pero qué es un Buscador?”, pregúntase el escritor; respóndese al punto: es un perseguidor –y no así un seguidor– de sueños, de gloria; es el alma intrépida que corre tras la savia sabia de la tierra. Si miramos a los clásicos –o al mismo Tamayo!, que es un clásico en alto grado– encontraremos el concepto o la teoría del Genius loci: el alma de la raza es el crisol donde se funde la genialidad amautica de la tierra.
      La eminencia lapídea, arcana y poseedora de la gesta andina en su entraña, invita a la reflexión sesuda: sugiere. En cambio el indio y su tierra semivirginal de cromáticos cambios pardos y azulados son más accesibles al pensador y al artista: revelan. El Illimani es el Caudillo titánico, señor inmemorial de la hoya paceña. Él “nos invade con alteza y pesadumbre de cumbre” si permanecemos quietos. Pero invirtamos el pensamiento que lanza el Buscador respecto al Monte níveo: si bajamos, Él se acrecienta; si subimos, Él se aminora.
      Una digresión necesaria: “Ha pasado una princesa india…” Tawako! La doncella india es la más bella de las que hubo en las etnias prístinas del orbe.
      Haced analogías: la mitología de los helenos es sapiencial, la de nuestros pobladores milenarios de la altiplanicie es poética! El Ande está cargado de energías y vibraciones míticas. Sabedlas recoger. Sabedlas arquitecturizar en la solfa lírica. Tañed la rapsodia aimara. Pachamama (Madre Tierra) y Huayratata (Padre Viento) traban lid en la meseta, ambos quieren la supremacía en al área. Coexisten y señorean uno y otro sin embargo.
      El poblador. “¿Kollas o aimaras, incas o quechuas?”, cavila el Buscador. Los eruditos siguen en discusiones bizantinas. No interesa. Mientras haya una voluntad para auscultar la esencia de los moradores monteses, siempre habrá una ciencia emergente para cantar la historia de los nuestros, de lo nuestro. “Si en algo un son sublime/ se empapa y vibra,/ cual dolor en la fibra/ o eco que gime,/ canto a miriadas,/ auscultad en los Andes/ nuestras Iliadas!”, canta el poeta de América. Y el Buscador siguió el mandato de la seguidilla tamayana para la composición de esta obra.
      “Y si el paisaje es una lira intacta a la espera de los dedos que la pulsen, poeta es la mano misteriosa que arranca sones embrujados a las cuerdas vibrantes del terruño”.

      Esta epopeya vernácula proseguirá.

Igancio Vera Rada es poeta.

martes, 21 de febrero de 2017

BOLIVIA, SU DEMOCRACIA. MANIFIESTO POR EL NO


Un día como hoy, hace un año, acudimos a las urnas para defender la democracia. Lo que hicimos los bolivianos el 21 de febrero de 2016 será de la historia. No es poca cosa, pues, haber defendido lo que en la historia los pueblos han conseguido con sangre y a veces hasta con vidas humanas: la libertad.
      En tiempos pasados, la voluntad de los hombres estuvo sojuzgada y negada; hoy podemos decir que nuestra conciencia decide el futuro de Bolivia. Nuestro país, tan vasto, tan rico, tan bello, pasa por días difíciles. La crisis democrática hoy es una realidad para todo hombre que sabe pensar. Y éste es un fenómeno de toda la región. Parecería que hoy el mundo está dando virajes en lo concerniente al espíritu democrático de las naciones.
      ¿Dónde están los conductores, los líderes, los hombres de Estado? Si es que éstos hoy no están, aquí estamos las muchedumbres y las fuerzas colectivas, asumiendo conciencia de nuestro papel histórico en el desarrollo de los acontecimientos nacionales. La fuerza orgánica de las colectividades, la sinergia que debe haber entre el poder y los gobernados, son cosas que han sido violadas por la embriaguez del poder opresor. Hoy, como hace muchas décadas, vivimos en una política de camarillas y de caudillos. Y éstos son expertos en acallar las sanas corrientes de la opinión plural de los ciudadanos. Son duchos en reclamar lo que no les corresponde. Saben del arte de la maniobra y el dolo. Su objetivo principal es mantenerse en el solio del poder. No tienen ideales y no saben de libertades públicas. Quienes obran así, sirviéndose del Estado y en busca del éxito inmediato, destruyen toda posibilidad de cualquier mejora, posibilidad que es un derecho inalienable para cualquier grupo humano de nuestra tierra. Tiranías injustas! Porque político puede ser cualquiera, solo se requiere ser un demagogo predicador de socialismo, o tener un torrente pasional de ambiciones negativas, o tener sed de poder por el poder mismo; pero ser hombre de Estado, conductor, corresponde solo al virtuoso, al desprendido, al consecuente.
      El occidente boliviano pasa por una de las más graves sequías de su historia. Pero lo cierto es que para las naciones los mayores flagelos nunca fueron las pestes, ni las hambrunas, ni las sequías, sino la mentira y la corrupción que no dan paso al desarrollo y que son la peor calamidad para los Estados con instituciones aún débiles e incipientes. El progreso de las naciones en las que medran caudillos bárbaros es notoriamente inferior al de las naciones que tienen instituciones democráticas vigorosas, porque hombres de Estado han sabido conducirlas y fortalecerlas.
      Lo que recordamos hoy es un triunfo histórico. Hace un año Bolivia le dijo No al bandidismo, a la corrupción, a la mentira desvergonzada, a la opresión hegemónica. Bolivia, lo digo con mucho orgullo, bien puede ser considerada como un bastión de lucha en contra de los gobiernos autoritarios que se han venido sucediendo en buena parte de Latinoamérica. Latinoamérica, desde hace varios años, viene cargando en sus espaldas el agobiante peso del político imprevisor y soportando el ominoso sonido de la sirena de la demagogia. El destino de los pueblos latinoamericanos depende de sus juventudes y de las nuevas ideas que puedan ser posibilidades frente a los viejos modelos políticos que día a día están más desgastados y que ya no tienen qué ofrecer. Nunca hubo tanta corrupción, no ya en el manejo de la hacienda pública, sino en la conciencia; nunca la política nacional se desnaturalizó hasta tal grado.
      Las generaciones jóvenes tienen una gran tarea para la posteridad: saber tomar conciencia de su rol histórico y de su deber para con la Patria. Una nación solamente se levanta cuando hay renovación, renovación en todo sentido: de ideas, de hombres, de conciencias… ¿Hasta cuándo viviremos en un ambiente nocivo en el que los hombres se crean insustituibles? Ya dimos el primer gran paso. Recordad el 21 de febrero, fecha para los anales patrios! La transformación solamente se hará desde el sentimiento y desde el corazón.
      Las crisis siempre estarán presentes en la vida de los pueblos. No nos dejemos desalentar. Pero cuando una de éstas venga a ensombrecer los días, ahí será puesta a prueba la fortaleza y la voluntad inquebrantables que solamente tienen un propósito: la libertad. El hombre, desde tiempos inmemoriales, ha querido conquistar la paz. Lo ha logrado, en cierto sentido. Pero ahora las conquistas se las hace a través de las ideas, de la lucha limpia, de la transparencia, en suma, a través de la democracia. Demos el ejemplo del pacifismo, pero de un pacifismo altivo, firme y contundente. El No expresado hace un año, retrata la voluntad de un país, de una nueva generación; será el aura fresca de Bolivia y, por qué no, de Latinoamérica.
      La voluntad es el principio de toda gran hazaña.
      Salvemos el espíritu democrático de las naciones!

      Y que viva Bolivia libre, soberana y democrática!



Ignacio Vera Rada

miércoles, 25 de enero de 2017

LA TEORÍA DE LOS COLORES DE GOETHE (Parte I)

Publicado en el periódico El Diario el 25 de enero de 2017.

Goethe no ha sido muy bien valorado como científico. Su Teoría de los Colores (1810) constituye -junto con su Metamorfosis de las Plantas- el referente fundamental de su pensamiento científico y de su contribución a la filosofía de la ciencia. La Teoría de los Colores es un libro poco fácil de ser encontrado en las librerías, hecho que demuestra el silencio que se ha hecho en torno a esta obra.
      Siempre que Goethe se veía acosado por tormentas político-bélicas (como la Revolución Francesa) o por tristezas internas (como fue la muerte del entrañable Schiller), se encerraba en su habitación para abandonarse a la ciencia. Después del descubrimiento del hueso intermaxilar de los seres humanos y de la catalogación de algunos tipos de piedras y plantas, Goethe pretendía ser reconocido en el campo científico, cosa que no consiguió, al menos estando él vivo.
      La Teoría de los Colores está escrita en un alemán claro, sin tecnicismos esotéricos, a pesar de que el texto es puramente científico. Después de haber hecho un estudio rápido de la obra, intentaremos dar en las siguientes líneas algunos apuntes y consideraciones acerca de las magníficas ideas del Goethe científico.
      Para Goethe, la ciencia debía seguir un procedimiento intuitivo y de observación, y, en este sentido, podríamos hacer una analogía con el pensamiento del método científico de Comte. Según Comte, la indagación científica debe seguir tres pasos, los cuales son la Observación, la Experimentación y la Comparación.  Aquí nos damos cuenta de la prescindencia que hacen ambos de lo que podríamos llamar nosotros rigor matemático –impulsado por la ciencia moderna-, lo que de ninguna manera pasa al plano metafísico –promovido por la tradición platónica-. En síntesis: ambos pensaban que el conocimiento de la naturaleza se hallaba en la anotación de los efectos que ésta produce en nosotros. La observación tiene un valor preponderante para estos dos científicos, y si bien Goethe hubiese querido servirse de telescopios y aparatos artificiales, prefirió el uso del sentido, del juicio y de la sensibilidad. Así, Goethe se circunscribe en la metodología morfológica y tipológica. Y en conclusión, se llegará al conocimiento científico mediante la descripción fenomenológica.
      Goethe no quiere estudiar la luz en sí misma, sino los efectos que ésta produce en contraposición con los elementos que la refractan u obstaculizan. Sostuvo un prisma y a través de él vio una pared blanca. Sostuvo el cristal por un corto tiempo hasta que se dio cuenta de algo sorprendente. Según Newton, Goethe tendría que haber visto una pequeña gama cromática, pero no fue así; a través del instrumento óptico Goethe seguía viendo el color blanco de la pared, y solo podía ver un ligero matiz de colores cuando miraba cosas oscuras.   
      Desde ese momento se choca frontalmente con las ideas de Newton y asevera que el color blanco no es la síntesis de los colores –como sostenía Newton-, sino que es el principio de la síntesis de los colores. Dicho de otra forma: el blanco no es donde se congregan, sino de donde parten los colores.
      De cualquier modo, las observaciones de Goethe en lo referente a la fisiología de los colores están muy vigentes. Además, el germano describió un efecto subjetivo que la complexión de los colores causa en el espíritu humano a través de visión de las personas.

      Esto y algunas otras consideraciones más que se nos quedan en el tintero será abordado en nuestro siguiente artículo.


Ignacio Vera Rada