Publicado en el periódico El Diario el 25 de enero de 2017.
Goethe no ha sido muy bien valorado como científico. Su Teoría de los Colores (1810) constituye -junto con su Metamorfosis de las Plantas- el referente fundamental de su pensamiento científico y de su contribución a la filosofía de la ciencia. La Teoría de los Colores es un libro poco fácil de ser encontrado en las librerías, hecho que demuestra el silencio que se ha hecho en torno a esta obra.
Goethe no ha sido muy bien valorado como científico. Su Teoría de los Colores (1810) constituye -junto con su Metamorfosis de las Plantas- el referente fundamental de su pensamiento científico y de su contribución a la filosofía de la ciencia. La Teoría de los Colores es un libro poco fácil de ser encontrado en las librerías, hecho que demuestra el silencio que se ha hecho en torno a esta obra.
Siempre que Goethe se veía acosado por
tormentas político-bélicas (como la Revolución Francesa) o por tristezas
internas (como fue la muerte del entrañable Schiller), se encerraba en su
habitación para abandonarse a la ciencia. Después del descubrimiento del hueso
intermaxilar de los seres humanos y de la catalogación de algunos tipos de
piedras y plantas, Goethe pretendía ser reconocido en el campo científico, cosa
que no consiguió, al menos estando él vivo.
La Teoría
de los Colores está escrita en un alemán claro, sin tecnicismos esotéricos,
a pesar de que el texto es puramente científico. Después de haber hecho un
estudio rápido de la obra, intentaremos dar en las siguientes líneas algunos apuntes
y consideraciones acerca de las magníficas ideas del Goethe científico.
Para Goethe, la ciencia debía seguir un
procedimiento intuitivo y de observación, y, en este sentido, podríamos hacer
una analogía con el pensamiento del método científico de Comte. Según Comte, la
indagación científica debe seguir tres pasos, los cuales son la Observación, la
Experimentación y la Comparación. Aquí
nos damos cuenta de la prescindencia que hacen ambos de lo que podríamos llamar
nosotros rigor matemático –impulsado por la ciencia moderna-, lo que de ninguna
manera pasa al plano metafísico –promovido por la tradición platónica-. En
síntesis: ambos pensaban que el conocimiento de la naturaleza se hallaba en la
anotación de los efectos que ésta produce en nosotros. La observación tiene un
valor preponderante para estos dos científicos, y si bien Goethe hubiese
querido servirse de telescopios y aparatos artificiales, prefirió el uso del
sentido, del juicio y de la sensibilidad. Así, Goethe se circunscribe en la
metodología morfológica y tipológica. Y en conclusión, se llegará al
conocimiento científico mediante la descripción fenomenológica.
Goethe no quiere estudiar la luz en sí
misma, sino los efectos que ésta produce en contraposición con los elementos
que la refractan u obstaculizan. Sostuvo un prisma y a través de él vio una
pared blanca. Sostuvo el cristal por un corto tiempo hasta que se dio cuenta de
algo sorprendente. Según Newton, Goethe tendría que haber visto una pequeña
gama cromática, pero no fue así; a través del instrumento óptico Goethe seguía
viendo el color blanco de la pared, y solo podía ver un ligero matiz de colores
cuando miraba cosas oscuras.
Desde ese momento se choca frontalmente
con las ideas de Newton y asevera que el color blanco no es la síntesis de los
colores –como sostenía Newton-, sino que es el principio de la síntesis de los
colores. Dicho de otra forma: el blanco no es donde se congregan, sino de donde
parten los colores.
De cualquier modo, las observaciones de
Goethe en lo referente a la fisiología de los colores están muy vigentes. Además,
el germano describió un efecto subjetivo que la complexión de los colores causa
en el espíritu humano a través de visión de las personas.
Esto y algunas otras consideraciones más
que se nos quedan en el tintero será abordado en nuestro siguiente artículo.
MARAVILLOSO
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