lunes, 10 de abril de 2017

EL RECUERDO INMORTAL DE UN ENCUENTRO


Noventa y tres y veintidós. Así dos generaciones distantes pueden aunar espíritus cuando están bien templadas las clavijas del amor al arte.
      No son muchos los que saben valorar la belleza de un paseo con una dama, el trino de un ave azul, la mirada dulce de un niño o la conversación con un poeta.  “Dios mío! Que dure este tiempo, que duren estas horas!”. Pero tristemente, así como un día no basta para conocer si quiera el ábside de una catedral gótica, dos horas son nada para conocer el rasgo más superficial de un hombre. “Oft erklartet ihr euch als Freund des Dichters, ihr Gotter!”, dice el epigrama goethiano.
      El viernes 7 de abril pude ir a la casa de Armando Soriano Badani.  Al sabor de un café fuerte, comenzamos a hablar sobre aquello que expresa lo que los ojos humanos no pueden ver y lo que ningún sentido puede justificar, la explicación al espectáculo inmenso de la creación: la Poesía. Escuelas, revoluciones, insurgencias, vanguardias prostitutas, qué no le ha pasado al arte! Sin embargo pensad por un instante cuál es la línea maestra, cuál la ley inmutable… Os daréis cuenta que el genio clásico no puede ser superado ni lo será jamás. Por eso el arte está más allá del Bien y del Mal, con él no se hace propaganda social; y por eso es inmutable en el tiempo y en el espacio, su línea rectora no variará nunca. Hay solamente un camino: una ley estética y una ley sintáxica!
      Soriano le ha dedicado su vida a la literatura, a la belleza. Y es el último caballero de Gesta Bárbara sobre la tierra. Es cosa triste saber cómo los grandes valores artísticos se van perdiendo en la marejada violenta e implacable del tiempo. Las letras de Gesta Bárbara están escritas en bronce en los anales culturales de Bolivia. Su legado está en la promoción cultural y en la escritura de decenas de novelas y cuentos y miles de miles de versos. Era un bajel con varios capitanes, bajel que se va hundiendo en un mar donde el fondo no es sino la gloria.
      Donde mi espíritu casi se funde con el suyo es en el desdén por el arte demasiado libre en la forma. Maldición a esos despreciadores de la antigüedad, a los lujuriosos que blasfeman en contra del código artístico! Soriano es un sonetista tan riguroso como lo fueron Lope y Góngora, hizo heptasílabos tan rítmicos como los de Darío y escribió prosas en castellano antiguo como lo hizo quien deseara ser Corregidor de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, Miguel de Cervantes.
      Mi entrevistado cambia el rumbo de la plática y comienza a recitar de memoria uno de sus poemas amatorios; sus heptasílabos sin rima tienen musicalidad y harmonía. Es consciente de la prescindencia de la rima, pero no deja de musicalizar, porque el poeta es un constructor plástico ante todo (poiesis). Y al final de la tarde, cuando el sol ya estaba detrás de la corona de El Alto, me enseñó un último poema que sigue el precepto de la universalización del arte: Notre Dame. “Bajo la noche parpadea el Sena/ con malicioso guiño a mi embeleso;/ un anfibio candil, ágil, travieso,/ mudo se argenta en líquida cadena”.
      Porque la legendaria catedral gótica de Victor Hugo merece la lira de todos los poetas de este mundo.
      Me obsequió su última novela, porque aunque casi un siglo de existencia pesa en su físico y en su alma, no puede dejar de usar su estilográfica. Una bella mujer desnuda cubriendo con su mano su mayor intimidad corporal ―la Venus de Urbino del Tiziano― adorna la tapa del libro. Porque pintores y literatos se unen en esta obra.
       No toméis lo siguiente por inmodestia, pero al final de la tarde le dediqué mi libro de versos clásicos y esto es lo que inscribí en él:
       Para Armando Soriano Badani, amante de las letras, del arte y de la vida, con cariño,



Ignacio Vera Rada




COMENTARIO DE ARMANDO SORIANO BADANI SOBRE MI LIBRO MOCEDADES

...[su] estructura general es de tendencia realista, diferente a los diversos matices del vanguardismo. En verdad, es una poesía con significativa riqueza de lenguaje poético donde asoman recónditas manifestaciones estilísticas tamayanas. Su poesía es intelectualmente estimable por su contenido de visibles proyecciones valorables en nuestro campo literario.
      Oportunamente le haré conocer mi opinión formal sobre su poesía.

 Armando Soriano Badani



lunes, 3 de abril de 2017

NAYJAMA, EL BUSCADOR (Parte I)

Publicado en el periódico El Diario el lunes 3 de abril de 2017.

Agudos y afilados farellones de la meseta y la Hoyada se desnudan sobre la vastedad de esta literatura singular y bella hasta lo indecible. ¿Prosa poemática? ¿Novela? ¿Relatos cortos? ¿Ensayo? ¿Artículos vernáculos? ¿Rapsodia telúrica e india? –Ninguno de éstos y todos a un mismo tiempo. Fernando Diez de Medina es un artista axiomático, un verdadero polígrafo. Nayjama es el pedestal (Gran Premio Nacional de Literatura 1950) que consagra al artista merced a su talento de virtuoso escritor y conocedor profundo del espíritu grandilocuente a la par que silente del Ande americano. Recelad del arqueólogo, del antropólogo, del erudito, cuando os digan que han descifrado la teogonía americana. Quizá el arpista tenga el secreto.  ¿Quién ha escrutado, quién ha cantado la gesta andina? ...La tierra enclaustra y enciende mil historias.
      Vuelvo a los farellones. Son picos erectos que punzan y cortan el aire frío que invita a la meditación melancólica. El cóndor andino, señor de los giros etéreos, les dedica su vuelo majestuoso. Nayjama es el Buscador, el Buscador es Diez de Medina; “¿Pero qué es un Buscador?”, pregúntase el escritor; respóndese al punto: es un perseguidor –y no así un seguidor– de sueños, de gloria; es el alma intrépida que corre tras la savia sabia de la tierra. Si miramos a los clásicos –o al mismo Tamayo!, que es un clásico en alto grado– encontraremos el concepto o la teoría del Genius loci: el alma de la raza es el crisol donde se funde la genialidad amautica de la tierra.
      La eminencia lapídea, arcana y poseedora de la gesta andina en su entraña, invita a la reflexión sesuda: sugiere. En cambio el indio y su tierra semivirginal de cromáticos cambios pardos y azulados son más accesibles al pensador y al artista: revelan. El Illimani es el Caudillo titánico, señor inmemorial de la hoya paceña. Él “nos invade con alteza y pesadumbre de cumbre” si permanecemos quietos. Pero invirtamos el pensamiento que lanza el Buscador respecto al Monte níveo: si bajamos, Él se acrecienta; si subimos, Él se aminora.
      Una digresión necesaria: “Ha pasado una princesa india…” Tawako! La doncella india es la más bella de las que hubo en las etnias prístinas del orbe.
      Haced analogías: la mitología de los helenos es sapiencial, la de nuestros pobladores milenarios de la altiplanicie es poética! El Ande está cargado de energías y vibraciones míticas. Sabedlas recoger. Sabedlas arquitecturizar en la solfa lírica. Tañed la rapsodia aimara. Pachamama (Madre Tierra) y Huayratata (Padre Viento) traban lid en la meseta, ambos quieren la supremacía en al área. Coexisten y señorean uno y otro sin embargo.
      El poblador. “¿Kollas o aimaras, incas o quechuas?”, cavila el Buscador. Los eruditos siguen en discusiones bizantinas. No interesa. Mientras haya una voluntad para auscultar la esencia de los moradores monteses, siempre habrá una ciencia emergente para cantar la historia de los nuestros, de lo nuestro. “Si en algo un son sublime/ se empapa y vibra,/ cual dolor en la fibra/ o eco que gime,/ canto a miriadas,/ auscultad en los Andes/ nuestras Iliadas!”, canta el poeta de América. Y el Buscador siguió el mandato de la seguidilla tamayana para la composición de esta obra.
      “Y si el paisaje es una lira intacta a la espera de los dedos que la pulsen, poeta es la mano misteriosa que arranca sones embrujados a las cuerdas vibrantes del terruño”.

      Esta epopeya vernácula proseguirá.

Igancio Vera Rada es poeta.