Reunión partidaria. Al el extremo derecho, mi abuelo, Jesús Rada. Al centro, Víctor Paz Estenssoro. |
Quiero lanzar frases
encomiásticas al Partido que he admirado desde mis más tempranos años de
estudio y lectura. Pero lanzar lisonjas a diestra y siniestra no es sereno, no
es lícito con mi pluma y verbo que buscan siempre el contrapeso. Mas no puedo
disimular el delirio que siento al
pensar en el grupo de jóvenes aguerridos, audaces, osados e inteligentes hasta
la exageración que tentó operar el cambio que nuestra Bolivia necesitaba en
esos años. Vivo –todavía, y espero no torne esto jamás- en una democracia, y el
apasionamiento que mi pluma trata de no exudar se está diluyendo al momento en
que escribo esto; es incontenible. Así que doy rienda suelta a mis palabras.
MNR: ¿idealismo o practicismo? Creo que
ambos. He ahí a Carlos Montenegro y a Víctor Paz Estenssoro. El MNR es uno de
los partidos políticos de mayor trascendencia en Latinoamérica, y dígolo sin
temores. Y qué del APRA de Haya de la Torre, me diréis. Os diré que las ideas
brillantes y quijotescas del APRA fueron eso, solamente ideas fantásticas (para
la fantasía). Y así pasó con muchas otras ensoñaciones ideológicas. Porque
planificar es una cosa, ejecutar otra muy distinta.
Ahí tenéis a Carlos Montenegro, el
pensador del evangelio nacionalista revolucionario; al “Chueco”, periodista y
novelista espléndido; a José Cuadros Quiroga, ideólogo y guerrero con su pluma
periodística; a Hernán Siles, estratega de la revolución y restaurador de la
democracia; a Walter Guevara, uno de los intelectos más enciclopédicos; a
Rafael Otazo, el tribuno; a Juan Lechín,
síntesis del obrero revolucionario avispado; a Armando Acre, periodista y
polemista; a Germán Monroy Block, agudo critico y periodista; a Ñuflo Chávez,
catedrático y artífice de la Reforma Agraria; a Fernando Diez de Medina, uno de
los escritores y literatos más prolíficos del país. Y luego están José Fellmann,
el biógrafo de Paz Estenssoro; René Zavaleta, el sociólogo teorizante; Guillermo
Riveros, poeta y ensayista; Guillermo Bedregal, economista, abogado y escritor;
Julio Garrett, abogado y catedrático. Y merece oración aparte Víctor Paz
Estenssoro, el “Honorable Cifras” (tenía un dominio aterrador de cifras macro y
micro económicas para combatir a la Rosca en el periódico “La Calle” y en el
Parlamento), el economista político, el financista, el hombre frio, calculador
y de una personalidad más fuerte que el granito del Ande. El estadista. Todos ellos eran “tipos que estudian”.
Reunión partidaria. Al fondo, Víctor Paz Estenssoro. |
Bolivia, la nuestra, estaba quieta en el
marasmo de la semicolonia en la plenitud del siglo XX; sacudida tras el conflicto
chaqueño; con estructuras viejas propias de un feudalismo arcaico, de una
democracia excluyente y de una política que aceptaba solamente a élites, y,
finalmente, con una economía ultracapitalista que evadía al fisco y empobrecía
al tesoro nacional. ¿Cuál el sendero, entonces? Hacer la revolución. Y además
construir caminos, vincular occidente con oriente, distribuir tierras al
campesinado, levantar escuelas y alfabetizar, diversificar la economía. Redimir
al obrero y al campesino. Imponer el trabajo sobre el capital.
Si bien soy consciente de que la idea del
nacionalismo revolucionario no es la que necesita hoy Bolivia (las ideologías, los
pensamientos políticos, las propuestas de Estado, solo están concebidos paras
responder a momentos históricos determinados. Funcionan y después caducan), sí
creo con vehemencia que el espíritu de la Tesis de Ayopaya de Walter Guevara Arze
es un derrotero genial para edificar una sociedad integral, sin barreras, sin
exclusión, ¡sin localismos majaderos! Me excita pensar en una alianza de clases
y no así en una lucha de clases. La lucha es enfrentamiento, el enfrentamiento
es antagonismo, el antagonismo es rezago. Y al fin todo aquello es
estancamiento. El nacionalismo revolucionario, con lo que planteaba el 52 en lo
político, social y económico, está hoy obsoleto; pero un nacionalismo nuevo,
repensado, basado en la libertad, en la democracia y en el respeto hacia el
otro, un nacionalismo cuyo eje sea la bolivianidad,
quizá sea la llave que abra la puerta hacia el progreso.
No me acuséis al terminar de leer esto.
Todas las cosas del hombre tienen clarezas y máculas, luces y sombras, aciertos
y yerros. El MNR tiene un lado oscuro, pero la denuncia de sus erratas
históricas no es el objetivo de este artículo. O quizás erré yo al loar tanto a
un partido. Pero es lo que hoy pienso –y siento. ¡…Pasiones de la mocedad!
Empero, en mi mente suenan melifluas las notas del taquirari inmortal:
“En
el puente de la villa
Hice
un juramento:
Defender
al Movimiento
En
todo momento”.
Ignacio Vera Rada es poeta,
dibujante y estudiante de Ciencias Políticas y Comunicación en la Universidad
Católica Boliviana “San Pablo”, de Historia en la Universidad Mayor de San
Andrés y de la Alianza Francesa. Es Presidente de la Sociedad Científica de
Estudiantes de Ciencias Políticas de la UCB y miembro permanente de la Sociedad
Científica de Estudiantes de Historia de la UMSA.
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