Un día como hoy, hace un año,
acudimos a las urnas para defender la democracia. Lo que hicimos los bolivianos
el 21 de febrero de 2016 será de la historia. No es poca cosa, pues, haber
defendido lo que en la historia los pueblos han conseguido con sangre y a veces
hasta con vidas humanas: la libertad.
En tiempos pasados, la voluntad de los
hombres estuvo sojuzgada y negada; hoy podemos decir que nuestra conciencia
decide el futuro de Bolivia. Nuestro país, tan vasto, tan rico, tan bello, pasa
por días difíciles. La crisis democrática hoy es una realidad para todo hombre
que sabe pensar. Y éste es un fenómeno de toda la región. Parecería que hoy el
mundo está dando virajes en lo concerniente al espíritu democrático de las
naciones.
¿Dónde están los conductores, los
líderes, los hombres de Estado? Si es que éstos hoy no están, aquí estamos las
muchedumbres y las fuerzas colectivas, asumiendo conciencia de nuestro papel
histórico en el desarrollo de los acontecimientos nacionales. La fuerza
orgánica de las colectividades, la sinergia que debe haber entre el poder y los
gobernados, son cosas que han sido violadas por la embriaguez del poder
opresor. Hoy, como hace muchas décadas, vivimos en una política de camarillas y
de caudillos. Y éstos son expertos en acallar las sanas corrientes de la opinión
plural de los ciudadanos. Son duchos en reclamar lo que no les corresponde.
Saben del arte de la maniobra y el dolo. Su objetivo principal es mantenerse en
el solio del poder. No tienen ideales y no saben de libertades públicas.
Quienes obran así, sirviéndose del Estado y en busca del éxito inmediato,
destruyen toda posibilidad de cualquier mejora, posibilidad que es un derecho
inalienable para cualquier grupo humano de nuestra tierra. Tiranías injustas!
Porque político puede ser cualquiera, solo se requiere ser un demagogo predicador
de socialismo, o tener un torrente pasional de ambiciones negativas, o tener
sed de poder por el poder mismo; pero ser hombre de Estado, conductor,
corresponde solo al virtuoso, al desprendido, al consecuente.
El occidente boliviano pasa por una de
las más graves sequías de su historia. Pero lo cierto es que para las naciones los
mayores flagelos nunca fueron las pestes, ni las hambrunas, ni las sequías,
sino la mentira y la corrupción que no dan paso al desarrollo y que son la peor
calamidad para los Estados con instituciones aún débiles e incipientes. El
progreso de las naciones en las que medran caudillos bárbaros es notoriamente
inferior al de las naciones que tienen instituciones democráticas vigorosas,
porque hombres de Estado han sabido conducirlas y fortalecerlas.
Lo que recordamos hoy es un triunfo
histórico. Hace un año Bolivia le dijo No
al bandidismo, a la corrupción, a la mentira desvergonzada, a la opresión
hegemónica. Bolivia, lo digo con mucho orgullo, bien puede ser considerada como
un bastión de lucha en contra de los gobiernos autoritarios que se han venido
sucediendo en buena parte de Latinoamérica. Latinoamérica, desde hace varios
años, viene cargando en sus espaldas el agobiante peso del político imprevisor
y soportando el ominoso sonido de la sirena de la demagogia. El destino de los
pueblos latinoamericanos depende de sus juventudes y de las nuevas ideas que
puedan ser posibilidades frente a los viejos modelos políticos que día a día
están más desgastados y que ya no tienen qué ofrecer. Nunca hubo tanta
corrupción, no ya en el manejo de la hacienda pública, sino en la conciencia;
nunca la política nacional se desnaturalizó hasta tal grado.
Las generaciones jóvenes tienen una gran
tarea para la posteridad: saber tomar conciencia de su rol histórico y de su
deber para con la Patria. Una nación solamente se levanta cuando hay renovación,
renovación en todo sentido: de ideas, de hombres, de conciencias… ¿Hasta cuándo
viviremos en un ambiente nocivo en el que los hombres se crean insustituibles?
Ya dimos el primer gran paso. Recordad el 21 de febrero, fecha para los anales
patrios! La transformación solamente se hará desde el sentimiento y desde el
corazón.
Las crisis siempre estarán presentes en
la vida de los pueblos. No nos dejemos desalentar. Pero cuando una de éstas
venga a ensombrecer los días, ahí será puesta a prueba la fortaleza y la
voluntad inquebrantables que solamente tienen un propósito: la libertad. El
hombre, desde tiempos inmemoriales, ha querido conquistar la paz. Lo ha logrado,
en cierto sentido. Pero ahora las conquistas se las hace a través de las ideas,
de la lucha limpia, de la transparencia, en suma, a través de la democracia.
Demos el ejemplo del pacifismo, pero de un pacifismo altivo, firme y
contundente. El No expresado hace un
año, retrata la voluntad de un país, de una nueva generación; será el aura fresca
de Bolivia y, por qué no, de Latinoamérica.
La voluntad es el principio de toda gran
hazaña.
Salvemos el espíritu democrático de las
naciones!
Y que viva Bolivia libre, soberana y
democrática!