lunes, 21 de noviembre de 2016

A CARENCIA DE AGUA, BÁRBARO Y MEDIO



A la hora en que escribimos esto, Bolivia toda debe estar enterándose estupefacta de las determinaciones últimas del Presidente, que no son una medida política –en el sentido elevado de esta expresión– sino una sandez más. Ha llegado, en conclusión, el día de la resolución, después de largos crepúsculos del miedo. Y todos pagamos, finalmente, el diezmo de las almas impróvidas que nos gobiernan.
      Tenía que correr el agua cenagosa y pútrida para que los gobernantes decidieran firmar un decreto que por su ridiculez pasma. Ahora vivimos en un estado de “emergencia nacional” y debemos estar “preparados para lo peor”.
      No soy técnico en el campo ni mucho menos maltusiano; no sé la ciencia de las proporciones y balances, pero cualquier boliviano que tenga al menos uno de sus sentidos en funcionamiento se habrá dado cuenta de la inhabilidad de los que ahora, cuando se ha consumado el desastre, anuncian la construcción de “decenas y centenares de represas”.
       Sí soy ecologista. Pero hoy no acuso a los que no lo son. La entera culpa de esta nefasta situación que vive Bolivia es del gobierno nefasto que la tutela. Porque nuestro país cuenta con cantidades ingentes de agua dulce, porque no me explico cómo no pudieron haber reparado en el nivel de las aguas de la represa que abastece a La Paz. La explicación se halla en diez años de política populista; en derroches ostentosos; en la vida que llevan los funcionarios, bien trajeados y que andan en carros del año; en la moral de hotentote de los partidarios del régimen; en los discursos zalameros abastionando a la Madre Tierra; en los miopes que administran las corporaciones del Estado; en las jugadas embaucadoras de los tartufos del gobierno; en la creación de mil y una instituciones que sirven solamente para el pago de sueldos. En diez años, en los cuales Bolivia ha recibido extraordinarias sumas pecuniarias merced a sus benditos recursos naturales de subsuelo, seguimos siendo de los países más menesterosos y menos desarrollados del mundo. ¡Y si pobres somos, vivamos como pobres!, hasta que gobernantes, estadistas verdaderos, construyan la nacionalidad fuerte que vaya a destrozar la corrupción que obstruye el camino del progreso. Bolivia debe vivir siempre, hasta que deje de ser pobre, en la austeridad. Los hombres tienen perfecto derecho de hacer fortuna, pero esa fortuna debe ser cosecha del trabajo honesto y no de la maniobra política dolosa.
       En poco se construirá una central nuclear y se pretende erigir una central hidroeléctrica, allá en nuestras virginales selvas amazónicas; o sea que es preciso sumar a la desgracia política e institucional el desamparo ambiental, que es más grave todavía. En realidad hacer la lista de todo lo que planea hacer el gobierno del Movimiento Al Socialismo pone los pelos de punta. Y si todo esto fuese poco, la montaña de hielo, el Gran Celador, como yo le llamo, ese monte mítico y tutelar que acaso sea el más bello del planeta, ¡derrite sus nieves por un torno que lo taladra!
      Los que ayer eran los marginados hoy forman una camarilla que medra a costa de los fondos públicos y que brilla por su incapacidad y estrechez intelectual. El predominio de esta clase de gentes explica el atraso en que viven varios países de la América española.
      Y el gobierno del presidente Morales hará lo que sea para permanecer en el poder. Y entonces sobrevendrá una catástrofe institucional y política. Y fatalmente vendrá el enfrentamiento.
      Porque amamos la guerra.



Ignacio Vera Rada es poeta, dibujante, activista político y estudiante de Ciencias Políticas, Historia y Comunicación.