A la hora en que escribimos esto,
Bolivia toda debe estar enterándose estupefacta de las determinaciones últimas del
Presidente, que no son una medida política –en el sentido elevado de esta
expresión– sino una sandez más. Ha llegado, en conclusión, el día de la
resolución, después de largos crepúsculos del miedo. Y todos pagamos,
finalmente, el diezmo de las almas impróvidas que nos gobiernan.
Tenía que correr el agua cenagosa y
pútrida para que los gobernantes decidieran firmar un decreto que por su
ridiculez pasma. Ahora vivimos en un estado de “emergencia nacional” y debemos
estar “preparados para lo peor”.
No soy técnico en el campo ni mucho menos
maltusiano; no sé la ciencia de las proporciones y balances, pero cualquier
boliviano que tenga al menos uno de sus sentidos en funcionamiento se habrá
dado cuenta de la inhabilidad de los que ahora, cuando se ha consumado el
desastre, anuncian la construcción de “decenas y centenares de represas”.
Sí
soy ecologista. Pero hoy no acuso a los que no lo son. La entera culpa de esta
nefasta situación que vive Bolivia es del gobierno nefasto que la tutela. Porque
nuestro país cuenta con cantidades ingentes de agua dulce, porque no me explico
cómo no pudieron haber reparado en el nivel de las aguas de la represa que
abastece a La Paz. La explicación se halla en diez años de política populista; en
derroches ostentosos; en la vida que llevan los funcionarios, bien trajeados y
que andan en carros del año; en la moral de hotentote de los partidarios del régimen;
en los discursos zalameros abastionando a la Madre Tierra; en los miopes que
administran las corporaciones del Estado; en las jugadas embaucadoras de los
tartufos del gobierno; en la creación de mil y una instituciones que sirven
solamente para el pago de sueldos. En diez años, en los cuales Bolivia ha
recibido extraordinarias sumas pecuniarias merced a sus benditos recursos naturales
de subsuelo, seguimos siendo de los países más menesterosos y menos
desarrollados del mundo. ¡Y si pobres somos, vivamos como pobres!, hasta que
gobernantes, estadistas verdaderos, construyan la nacionalidad fuerte que vaya
a destrozar la corrupción que obstruye el camino del progreso. Bolivia debe
vivir siempre, hasta que deje de ser pobre, en la austeridad. Los hombres
tienen perfecto derecho de hacer fortuna, pero esa fortuna debe ser cosecha del
trabajo honesto y no de la maniobra política dolosa.
En
poco se construirá una central nuclear y se pretende erigir una central
hidroeléctrica, allá en nuestras virginales selvas amazónicas; o sea que es
preciso sumar a la desgracia política e institucional el desamparo ambiental,
que es más grave todavía. En realidad hacer la lista de todo lo que planea hacer
el gobierno del Movimiento Al Socialismo pone los pelos de punta. Y si todo
esto fuese poco, la montaña de hielo, el Gran Celador, como yo le llamo, ese
monte mítico y tutelar que acaso sea el más bello del planeta, ¡derrite sus
nieves por un torno que lo taladra!
Los que ayer eran los marginados hoy
forman una camarilla que medra a costa de los fondos públicos y que brilla por
su incapacidad y estrechez intelectual. El predominio de esta clase de gentes
explica el atraso en que viven varios países de la América española.
Y el gobierno del presidente Morales hará
lo que sea para permanecer en el poder. Y entonces sobrevendrá una catástrofe
institucional y política. Y fatalmente vendrá el enfrentamiento.
Porque amamos la guerra.
Ignacio Vera Rada es poeta, dibujante, activista político y estudiante
de Ciencias Políticas, Historia y Comunicación.